A primera vista, lo uno no tiene que ver con lo otro, pero para quienes le siguen la pista a la Casa Blanca, hay un cambio de curso que resulta imposible ignorar. Tanto que muchos se preguntan si al Donald Trump altivo y amigo del unilateralismo le seguirá uno más conciliador, dispuesto a sentarse con sus contradictores para llegar a un acuerdo.
La primera pista apareció el martes pasado, cuando el mandatario despidió por Twitter a su consejero de seguridad nacional, John Bolton. Conocido por ser un exponente de la llamada línea dura, el funcionario perdió su puesto después de que un esquema para negociar con los talibanes en Afganistán, acabara fracasando en forma estrepitosa.
Sin embargo, los conocedores señalan que el desamor se venía incubando desde antes. Uno de los puntos de desacuerdo acabó siendo la situación en Venezuela, pues frente a la promesa de que el ala encabezada por Juan Guaidó reemplazaría en el poder a Nicolás Maduro en cuestión de semanas o meses, la realidad mostró otra cosa.
En consecuencia, Washington se inclinaría ahora hacia cierta distensión, no solo frente al nudo gordiano venezolano, sino con respecto a varios antagonistas. Así sucedería con Corea del Norte o con Rusia, pues la postura norteamericana sería la de volver a convocar a Vladimir Putin a la cumbre de las potencias, que hoy sucede dentro del Grupo de los Siete.
No obstante, lo ocurrido ayer es aún más significativo. Después de que China hizo un gesto conciliador al levantarles los aranceles a un grupo de bienes estadounidenses, Trump indicó que la entrada en vigor de los impuestos de importación que pagarían a partir del primero de octubre un conjunto de productos valorados en 250.000 millones de dólares anuales, quedaba aplazado.
Ese “gesto de buena voluntad” puede ser simplemente una retirada táctica. A pesar de ello, los mercados reaccionaron positivamente ante la posibilidad de que la Casa Blanca se haya cansado de pelear aquí y allá.