A medida que pasa el calendario y se acerca el día en el cual Juan Manuel Santos abandonará para siempre la Casa de Nariño, se suceden las despedidas del mandatario. Es en ese contexto que hay que entender la visita que hizo al Banco de la República, con el fin de decirle adiós a la junta directiva de la entidad.
Más allá de la cordialidad de la cita, el encuentro sirvió para enviar varias señales. Desde el punto de vista de lo simbólico, el hecho de que el presidente se haya desplazado al edificio de la Avenida Jiménez con carrera séptima, en el corazón de Bogotá, fue interpretado como un mensaje en favor de la independencia del Emisor, justo ahora que está cerca de comenzar un nuevo Gobierno.
Y en lo que hace al tránsito de los pasados ocho años, se buscó enviar un parte de tranquilidad sobre la coyuntura por la que atraviesa la economía colombiana. Un tópico de la charla fue la reacción que exigió el desplome de los precios del petróleo a mediados del 2014, cuyos efectos sobre los ingresos externos y las cuentas fiscales acabaron siendo enormes.
En tal sentido, hubo espacio para señalar que el país pudo superar esa época difícil, sin que dejara de registrar cifras de crecimiento positivo. Dado el tamaño del impacto –comparable al sufrido durante los años de la Gran Depresión que comenzó en 1929–, es muy destacable que la actividad productiva no hubiera dado marcha atrás.
No obstante, los mayores elogios para el Banco se concentraron en haber conseguido que la inflación retorne al rango meta fijado por las autoridades, que está entre 2 y 4 por ciento anual. Vale la pena recordar que en julio del 2016 el aumento en el Índice de Precios al Consumidor se ubicó en el 9 por ciento anual, lo cual obligó a aplicar los frenos a través de mayores tasas de interés.
El haber superado semejantes desafíos merece un reconocimiento, tanto a la autonomía del Emisor, como a la credibilidad de la institución y las políticas adoptadas. Debido a ello, el gesto de la visita del jueves es procedente, pues otra habría sido la historia si no existiera un organismo independiente y fuerte.