El anuncio llegó en medio del partido de fútbol entre Colombia y Paraguay, al filo de las siete de la noche del jueves pasado. Seguramente, por eso pocos prestaron atención a la noticia económica más importante de la semana que termina.
No de otra manera puede calificarse el reporte del Dane según el cual la inflación en septiembre subió 0,04 por ciento, menos de una cuarta parte de lo que apostaban los analistas. La buena oferta de alimentos acabó siendo determinante para que el alza en el Índice de Precios al Consumidor siga todavía dentro del rango establecido como meta de largo plazo por el Banco de la República.
Y aunque las opiniones de los expertos están divididas en torno a si el alza en la canasta familiar se mantendrá por debajo del 4 por ciento anual al cierre de diciembre, no hay duda de que las probabilidades de que así sea son mayores ahora. De tal manera, es más factible que el Emisor acepte recortar en un cuarto de punto porcentual su tasa de interés de intervención, que hoy se encuentra en 5,25 por ciento anual.
Mientras esa incógnita se resuelve, las autoridades saludaron lo ocurrido. El motivo es que no solo una menor dinámica de la carestía permite que la capacidad adquisitiva de los hogares aumente, sino que el panorama de la política económica se despeja, al menos en este frente.
Lo anterior no quiere decir que haya que bajar la guardia, pues aún hay espacio para sorpresas. Aparte de la inercia de ciertas tarifas, los servicios públicos muestran de tiempo en tiempo variaciones difíciles de entender, como sucedió el mes pasado con la electricidad.
Pero los riesgos no disimulan que el que era un problema de marca mayor a mediados del 2016 sigue en vías de solución. Ojalá el menor ritmo inflacionario sirva para que la confianza de los consumidores aumente por cuenta de un resultado mucho mejor que el visto en el campo de juego.