A más de una persona le puede parecer extraño por qué los mercados de todo el mundo se preocupan por el nombre del presidente del Banco de la Reserva Federal de Estados Unidos. Pero quien siga de cerca los asuntos de la economía sabe que la entidad tiene un peso determinante en la marcha del capitalismo global, por lo cual el nombre del timonel es clave.
Debido a ello, no era poca la expectativa sobre la decisión que debía tomar Donald Trump en torno al cargo, pues el periodo de Janet Yellen expira a comienzos del 2018. Y aunque había esperanza de que la Casa Blanca optara por la continuidad, la opción fue la de proponer un nuevo nombre: Jay Powell.
Lejos de caer mal, la designación de este abogado de 64 años acabó siendo bien recibida. El motivo es que a pesar de no ser un economista de profesión, se trata de alguien que forma parte de la junta directiva de la Reserva Federal desde el 2012. Más importante tal vez es que su participación en los debates muestra que ha estado de acuerdo con la línea trazada por la administración saliente.
Por tal motivo, no hay sorpresas a la vista. La positiva reacción de Wall Street muestra que la impresión es que el rumbo está trazado. En otras palabras, la expectativa es que el viento siga soplando a favor para la economía estadounidense, que anda a muy buen ritmo.
Así lo demuestra una tasa de crecimiento del 3 por ciento anual y un desempleo muy cerca de los mínimos históricos. Si bien, seguramente, vendrán aumentos en los intereses, estos están previstos, por lo cual, cuando sucedan no deberían sorprender a muchos.
Quizás el único interrogante respecto a Powell es si tiene el bagaje académico para manejar una crisis como la del 2008, cuando fue necesario salirse de la ortodoxia. Como esta parece improbable en el corto plazo, a Trump le gustaron más sus ideas sobre eliminar regulaciones en la actividad financiera. Y si llegan las dificultades, habrá que aplicar el refrán de ‘cada día, trae su afán’.