Las características del negocio financiero han llevado a que sea la gestión del riesgo el corazón de su actividad y la globalización ha evidenciado, en varias ocasiones, lo que puede ocurrir cuando los eventos tienen un carácter sistémico.
Desde 1988 cuando se suscribió el primer acuerdo de Basilea y después de crisis como las del 98 y la de 2008, son muchos los avances que se han logrado en relación con la aplicación de mejores prácticas regulatorias y con la sofisticación en las herramientas utilizadas para la gestión del riesgo.
Los riesgos siguen presentes, como lo estamos viendo en estas semanas, pero las diferentes medidas de mitigación de los mismos llevan a que el llamado riesgo residual sea más manejable y, en general, en las entidades financieras hay más preparación y herramientas para enfrentar los traumatismos de los mercados.
En Colombia, las entidades vigiladas por la Superfinanciera tienen sistemas de administración de riesgos de mercado, de liquidez, de lavado de activos, de operación, de continuidad del negocio etc que miden el riesgo en los diferentes frentes, identifican los temas más sensibles y cuentan con planes de contingencia para afrontar las situaciones críticas. No quiere decir esto que no puedan presentarse problemas serios pero, al menos, el sector financiero está más preparado para enfrentar este tipo de situaciones.
Otra es la situación en los sectores real y de servicios cuando fenómenos como el “Cisne Negro” que apareció y que reúne factores geopolíticos y económicos en lo petrolero con una situación inesperada de riesgo sanitario, con categoría de pandemia, termina generando un sinnúmero de consecuencias inesperadas.
Cuántas empresas de estos sectores tienen debidamente elaboradas sus matrices de riesgo y saben con claridad cómo enfrentar una situación como la actual en materia de sus cadenas de suministro, en cuanto a los planes para operar en la modalidad de teletrabajo, en saber sus límites en relación con los riesgos de mercado etc.
Y, lamentablemente, el problema es global. Es evidente el inmenso costo económico que va a representar en lo inmediato la pandemia en un entorno de caída de las bolsas parte por el petróleo, parte por el pánico y por que no sabemos cuánto va a durar esto. Esta situación tiene que estar llevando a grandes compañías como las productoras de equipos de tecnología, a reflexionar sobre los riesgos operativos en que han incurrido al depender tanto de una sola región geográfica.
Esas serán acciones de más largo plazo pero que llevarán a ajustes como la relocalización de plantas de producción con todo lo que eso implica. La impresión que deja lo que está pasando es que temas como el del riesgo operativo en las cadenas de suministro a nivel global estaba alcanzando niveles excesivos.
Cuál es la situación en Colombia, es algo por verse, pero la lección es clara: todos los sectores deben incorporar la gestión del riesgo como un área central en su día a día para poder estar preparados lo mejor posible ante traumatismos como el que estamos viviendo y que pueden seguir ocurriendo en un mundo tan interconectado como este.