La producción de bienes en Colombia que requiere inversiones en maquinaria y equipo, resulta más costosa que importarlos terminados para su comercialización. Es por ello que en los últimos cuatro años, en el sector industrial se han comenzado a notar síntomas de desindustrialización: varias empresas han cerrado plantas, apagado máquinas, reducido el personal y concentrado parte, cuando no todo, de su esfuerzo empresarial en la importación y distribución de productos. Algunas, las más grandes, han encontrado que el camino ideal para abastecer el mercado local es manteniendo la producción, pero no en Colombia, sino en el exterior. Es por eso que hoy se ven muchos empresarios colombianos produciendo desde EE. UU., Centro y Suramérica y China.
Cuatro aspectos explican esta conducta empresarial: la revaluación, el costo de la energía, las complejas regulaciones locales y el efecto de los impuestos. En este último campo tiene un efecto en cascada importante el impuesto al patrimonio, la no deducibilidad de intereses que genera la norma de subcapitalización aprobada en la reforma tributaria del 2012, la base gravable del Cree, el IVA de la maquinaria y el cuatro por mil. La mezcla de estos tributos genera un sobrecosto cercano al 30% sobre los bienes de capital que requieren las empresas, que no se presenta en EE. UU., Canadá, Alemania, Inglaterra, Francia, ni en la mayoría de países latinoamericanos con los cuales competimos. Además, una vez la inversión de capital empieza a ser productiva, la tasa de tributación del contribuyente puede fluctuar entre el 40% y 80%, dependiendo del margen de rentabilidad (a menor rentabilidad mayor tasa de tributación), tasas que se reducen sustancialmente cuando el contribuyente cambia su estructura a la de importador-comercializador.
El sector textil es un buen ejemplo de lo anterior: firmas que fueron la gloria del sector empresarial colombiano, que se obstinaron en conservarse como productoras, están casi desaparecidas, hoy venden una fracción de lo que vendieron en el pasado, en muchos casos están en procesos de reestructuración o ya se liquidaron. Lo contrario ha sucedido con las que tuvieron la agilidad para cambiar de productoras a comercializadoras de bienes importados: hoy son líderes del mercado, sobrevivieron y se han expandido.
Ahora que el Gobierno anuncia una nueva reforma tributaria con impuesto al patrimonio, cuatro por mil, gravamen a los dividendos y cárcel para los evasores, los industriales recibirán un nuevo estímulo para cambiar su actividad industrial por una de comercialización de bienes importados. La decisión es sencilla de tomar, basta comparar lo que vale producir un determinado bien en Colombia frente a lo que cuesta importarlo. En la mayoría de los casos, la ventaja es grande en favor de los productos importados, originada en el régimen tributario actual, lo que llevará al empresario a cambiar su negocio si quiere sobrevivir. Los que testarudamente mantengan su actividad industrial van sufrir el embate de los productos importados, si es que sobreviven.
El Gobierno, que es el abanderado de la equidad, como lo anuncia en cada discurso, debería dedicar parte de su tiempo a diseñar una legislación tributaria que trate con equidad a los empresarios y les permita competir en igualdad de condiciones con los empresarios extranjeros. No se trata de dar regalos a los empresarios colombianos, sino de quitar los que sin justificación se le han dado a los empresarios extranjeros, como resultado de una legislación tributaria antitécnica.
Pero mientras esto sucede, la recomendación es importar para sobrevivir.
Santiago Pardo Ramírez
Exdirector de la Dian