El Plan Nacional de Desarrollo fue aprobado en los últimos minutos del plazo legal, a pesar de que el gobierno del presidente Duque lo elaboró, como se lo ordena la Ley 152 de 1994, desde el año pasado. Este fue aprobado por el Conpes y radicado a tiempo para que los legisladores lo debatieran, modificaran y aprobaran.
En el camino fue manoseado, añadido, mutilado y desfigurado, de manera que lo que era un plan de un gobierno legítimo y mayoritario se convirtió en el adefesio de todo quien, al amparo del artículo 22 de la citada ley, haya querido colgarle algo. Olvidaron, hasta los de la bancada de gobierno, que al haber obtenido la mayor votación de la historia, el presidente Duque adquirió el derecho de diseñar la hoja de ruta de su cuatrienio sin que tuviera que ser víctima de maniobras parecidas a las del secuestro de un avión, en lo cual son expertos los de la bancada de las Farc.
Cuando el gobierno presentó la Ley de Financiamiento, fue también rehén de una jauría que terminó descuadrando aún más las deficitarias finanzas heredadas de la fábrica de mermelada. En vez de lograr la ampliación de la base del IVA y de crear un ambiente propicio para mejorar el clima de negocios, el Congreso produjo una pieza legislativa que pronto tirarán a la basura. Muchos otros episodios en el Congreso muestran que uno de los mayores focos de hostilidad y rebelión es el Capitolio. Allá está arranchada la oposición. Pero no la más feroz ni la más irracional.
En las calles también está la oposición. La de los estudiantes, que no han leído el PND, para entender que sus demandas fueron incluidas en la ley. O será que simplemente apuestan a que tumban al gobierno con sus capuchas, sus papas bomba y sus granadas.
La de los mingueros, que no han leído prensa y no saben que hubo un cambio de gobierno, y que este no va y entrega recursos y soberanía para que su tal paro no exista.
Y en los medios también está la oposición. La de los columnistas (y ‘calumnistas’) que no se han enterado de que Álvaro Uribe dejó la presidencia hace nueve años. En sus monotemáticas columnas solo hablan del “eterno presidente” o del “presidente títere”. No se tienen que esforzar en pensar en su siguiente columna. Ni siquiera tienen que esforzarse en sustentarla. Ellos también apuestan al fracaso del gobierno. Creen que hablando mal de él o de su bancada, el país va a mejorar.
Ah, y los que no entienden el panorama nacional, se dedican a atacar el metro elevado, el que por fin tendremos, porque no se les dio gusto en cavar unos túneles donde sus amigos pudieran robar.
Mientras tanto, en un estilo ya ido, que no fue la impronta del gobierno anterior, se trabaja en recorrer el país, en reunir a las comunidades, en hacer cuentas bien hechas y en pensar en el futuro, uno que no incluya la miseria que desea la oposición, la miseria que sus amigos llevaron a Venezuela con su populismo vulgar.
Para evitar que todos ellos prosperen, debemos declararle la oposición a la oposición.
Sergio Calderón Acevedo
Perito financiero y docente
@sercalder60
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