¿Estamos viviendo en el mejor de los tiempos? ¿O en el final de los tiempos? Uno de los aspectos más curiosos de la era actual es que el pesimismo extremo acerca del futuro coexiste con el optimismo extremo, y ambos tienen argumentos plausibles de su lado.
Los dos puntos de vista están representados por David Attenborough y Bill Gates, dos figuras carismáticas que conocí el mismo día a principios de este año.
Sir David, ahora de noventa años, está utilizando su posición como uno de los presentadores más famosos del mundo para advertirnos sobre la catástrofe ambiental que viene. En un programa reciente de la BBC, ‘Cambio climático: los hechos’, argumentó que sin una acción dramática, la humanidad “enfrenta un futuro devastador”.
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Sir David destaca no sólo el cambio climático sino toda una serie de desastres en desarrollo, como la contaminación de los océanos y la extinción de especies.
Gates, por el contrario, es un optimista empedernido. En una entrevista reciente argumentó que “en general es mejor nacer en estos tiempos que en ningún otro, y será mejor nacer dentro de 20 años que nacer hoy en día”. Para respaldar su afirmación, Gates puede señalar una serie de buenas noticias. En 1990, casi 36% de la población mundial vivía en la pobreza extrema; pero en 2015 esa cifra había caído a 10%. Las tasas de mortalidad infantil también se desplomaron en el mismo período.
¿Quién tiene razón? ¿Gates o Sir David? ¿Los optimistas o los pesimistas?
Parte de la respuesta es que los dos están hablando de cosas diferentes. Gates se está concentrando en el bienestar humano, mientras que la prioridad de Sir David es el mundo natural más amplio. Es un hecho que a lo largo de la historia los avances masivos en el bienestar humano han ido de la mano con la erradicación de otras especies, desde el mamut lanudo hasta el tigre dientes de sable.
Como Yuval Noah Harari lo describe en su libro, ‘Sapiens’: “En la historia el Homo Sapiens parece un asesino en serie ecológico”.
La erradicación de otras especies por parte de la humanidad está avanzando a un ritmo acelerado, y en los últimos decenios la cantidad de leones, tigres, elefantes y rinocerontes que viven en la naturaleza se ha desplomado rápidamente. Pero, si bien muchas personas se horrorizarán por la desaparición de estos animales, su pérdida no necesariamente impedirá el florecimiento humano. Por el contrario, la desaparición de hábitats naturales para la vida silvestre refleja la implacable expansión de los seres humanos; por ejemplo en África, la población se duplicará para 2050.
La respuesta de ambientalistas como Sir David, sin embargo, es que ahora estamos en la etapa en que el bienestar humano está íntimamente conectado con la preservación del medio ambiente. El deshielo de los casquetes polares no es sólo una mala noticia para los osos polares. También significa que subirán los niveles del mar, lo cual podría inundar de las ciudades costeras. Y si continúa la tala del Amazonas para dar paso a la soja o al ganado, se acelerará el calentamiento global, lo cual impulsará la desertificación y la migración masiva.
Hay algunos optimistas profesionales, como Matt Ridley, autor de ‘El Optimista Racional’, que han desafiado tanto la magnitud como los peligros del cambio climático. Pero Gates no pertenece a ese grupo. Él toma el cambio climático lo suficientemente en serio como para haber contribuido a un fondo de US$1.000 millones para nuevas investigaciones científicas de energías alternativas.
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Lo que está menos claro es si Gates realmente cree que los avances tecnológicos se producirán con la suficiente rapidez para evitar el desastre. Un informe reciente de la ONU argumentó que el mundo necesita reducir las emisiones de gases de efecto invernadero en más de 20% para 2030, si se trata de limitar el aumento de temperatura a menos de 2°C relativo a los niveles preindustriales, un nivel que es ampliamente considerado como inaceptablemente peligroso.
Pero Gates cree que las cosas podrían empeorar más, argumentando que, “si congelamos la tecnología hoy, viviremos en un mundo que es 4°C más cálido en el futuro”.
El problema es que los avances tecnológicos necesarios para evitar un calentamiento significativo tendrán que desarrollarse de una forma inusualmente rápida. Desde 2010 las emisiones de gases de efecto invernadero del mundo han aumentado todos los años, excepto uno, y actualmente son 12% más altas que hace una década. Detener ese aumento y revertirlo en sólo una década, como exige la ONU, se ve poco probable.
¿Pero eso necesariamente nos llevará al desastre? Sir David teme lo peor, advirtiendo sobre la posibilidad del “colapso de nuestras sociedades”, a menos que se detenga el cambio climático.
Gates está lo suficientemente preocupado como para haber aceptado la copresidencia de la Comisión Global de Adaptación, que tiene como objetivo mitigar los efectos del cambio climático sobre las personas más pobres del mundo. Pero él no ha especulado sobre los peores escenarios en público, y prefiere destacar los aspectos positivos, como los “inventores ingeniosos que están abordando el cambio climático”.
Entonces, ¿quién tiene razón? Sospecho que Gates tiene razón en creer que los avances tecnológicos pueden resolver o mitigar muchos de los problemas causados por el cambio climático. Pero me temo que Sir David tiene razón en temer que estos avances tecnológicos llegarán demasiado tarde para evitar un daño trágico al mundo natural.
La pregunta realmente es si los avances tecnológicos se desarrollarán a tiempo para proteger a la humanidad misma.
Gideon Rachman