Imposible no tocar el tema de la crisis sanitaria, que nos ha cambiado la vida en todos sus ámbitos. Ante el reto de buscar opciones para ralentizar la propagación de las infecciones, y por ende el colapso del sistema de salud, los países han adoptado medidas severas, con un liderazgo y una comunicación disímil en cada caso.
En un extremo, están los líderes de Estados Unidos o Brasil. El presidente Trump, muy seguramente con preocupación por su re-elección, en un inicio minimizo el impacto. Más recientemente, reconociendo su relevancia, simplemente señaló que no era su responsabilidad. Bolsonaro, en Brasil, ha llegado hablar de una “fantasía” y sigue dándose baños de popularidad entre multitudes.
Por otro lado, están los presidentes de gobierno en Italia y España. Se han dedicado a decretar restricciones con discursos y propuestas concretas, que han sido señaladas como demoradas y con poco análisis. Macron en Francia, solo recalcó que la crisis se asemeja a una situación de guerra.
Y en Asia, con control individual y colectivo, como en Taiwan, Corea del Sur o Singapur, se vienen controlando de manera sistemática los movimientos de las personas, sus contactos y sus actuaciones. Sistemas efectivos, pareciera, pero con implicaciones en cuanto a las libertades que tienen consecuencias impredecibles a futuro.
Un lado distinto de la moneda, lo representa la canciller alemana, Angela Merkel. Con empatía, transparencia, serenidad y claridad señaló que se trata de una “situación muy sería”, y que cada ciudadano debe entender las consecuencias de su actuar. Como científica, presentó cifras contundentes y alarmantes, al recalcar que hasta el 60% de la población de su país se podría ver afectada, pero también que los casos a ser atendidos en el sistema de salud es sustancialmente menor.
Pero lo que más diferenció el discurso de Merkel fue su señalamiento de la importancia, por un lado, de la responsabilidad individual, más que de prohibiciones y restricciones colectivas decretadas por el Estado. Por el otro, poner en contexto otros valores de la sociedad que se deben tener en cuenta.
Como ciudadana que vivió bajo el régimen totalitario de la República Democrática Alemana, mencionó como su generación tuvo que luchar por la libertad de movimiento, congregación y poder viajar. Y en ese sentido, fue clara en señalar que esos valores, como otros que representan libertades básicas, se pueden restringir en lo individual, pero no poner en peligro como sociedad.
No hay duda de que la crisis sanitaria nos llevará a cambiar muchas cosas de nuestras vidas. Muchas de ellas necesarias al repensar valores materialistas que se han convertido en eje de la humanidad. Pero no podemos olvidar valores de la sociedad moderna, por los que esta generación y las anteriores tuvieron que luchar por años.
Habrá un antes y un después de esta crisis, pero Merkel nos recuerda de la importancia de que no nos olvidemos de valores esenciales de las sociedades modernas de occidente que deben seguir en pie. En ese día, cuando cierta normalidad vuelva a reinar, los valores democráticos, de libertad individual, y de movilidad global deben ser base de nuestras vidas. Ojalá no nos toque una nueva lucha por ellos.
Rafael Herz
Analista Internacional
rsherz@hotmail.com